lunes, 2 de diciembre de 2013

Algo no está bien

Por: Víctor Hugo Díaz Xolalpa
Son las nueve y treinta de la noche. Estoy en la estación zócalo de la línea dos del metro, el ambiente es denso, huele mal, somos pocos los que esperamos en el anden tanto de un lado como del otro, estoy de lado dirección taxqueña, mirando los cuadros del zócalo de viejas épocas, se me ocurre: “algo no está bien” pero es sólo un vago pensamiento interrumpido por el metro que se acerca, se detiene, abre las puertas y lo abordo.

La gente como siempre va con caras largas y aburridas, un chavo lee, un señor tiene un periódico doblado debajo de la axila, una señora regaña a su hijo, una pareja perece comerse a besos, en fin nada fuera de lo común.

Un niño de la calle interrumpe la escena y mientras comienza con su clásico discurso de “yo no vengo robarles…” la gente lo mira con recelo. Yo miro por la ventanilla de la cabina como nos alejamos de la estación, cuando dejo de ver la estación y todo queda oscuro me giro para sentarme en el piso, me pongo mis audífonos y observo lo que pasaba frente a mí. El niño de la calle se deja caer sobre los pedazos de vidrio, se azota una y otra vez, la gente lo ve con repulsión, el único que observa con atención es el hijo de la señora, un niño como de unos siete años.

Una vez más se vuelve azotar, pero esta vez con más fuerza, pedazos de vidrios y sangre saltan por todas partes, la gente se desconcierta, el señor que lleva el periódico se limpia la cara y gruñe, “puta madre, alguien debería deshacerse de ellos” la señora hace a un lado a su hijo y el chavo que va leyendo cierra el libro y le dirige una mirada con asco.

De pronto el niño de la calle se queda quieto sobre los vidrios, “¿Ya se murió?” pregunta el niño a su mamá, ella responde “no sé, pero a la próxima nos bajamos” el metro se detiene, la luz parpadea por un momento y se apaga, un aire escalofriante entra por las ventanas. Alguien entre la oscuridad grita “noooooooooo”. El hijo de la señora comienza a sollozar y en la penumbra alcanzo a ver como su madre lo abraza. “Algo no está bien” pienso y me levanto rápido y me quito los audífonos, no alcanzo a ver nada, la piel se me pone chinita, como si miles de hormigas caminaran sobre mi espalda, mis piernas comienzan a temblar.

La luz se restablece, pero el metro sigue sin avanzar, el cuerpo inerte del niño de la calle comienza a convulsionarse, a sacar espuma por la boca, se contrae contra los vidrios, un chorro de sangre se esparce por el suelo. La gente se mira una a otra desorientada.

“Algo no está bien” digo en voz alta, el hijo de la señora me mira y no sé por qué razón escapa de los brazos de su madre, se acerca a mi y me abraza de las piernas, la señora intenta agarrarlo, pero la luz se va otra vez. El niño de la calle grita estrepitosamente y de un golpe se calla.

No veo nada, algo me aprieta las piernas, la respiración se agita, “algo no esta bien”, la gente grita despavorida, se escuchan golpes, gemidos, estruendos, la luz comienza a parpadear, alcanzo a percibir como el niño de la calle muerde con desesperación la cabeza del señor que lleva el periódico, los cuerpos despedazados de los novios, la señora me mira fijamente, sus ojos comienzan a llorar, no dice nada, miro sus piernas, veo como se arrastra la mitad del cuerpo del chavo del libro, de una mordida comienza arrancarle trozos de carne de la pantorrilla, hay mucha sangre, otra vez se apaga la luz por completo, siento como aprietan mis piernas, por un momento no sé que pasa, todo esta oscuro, silencio absoluto, de pronto escucho otro grito: “¡sálvalo! la puerta, abre la puerta, sálvalo, váyanse”

Cargo al hijo de la señora, no sé cómo, pero la puerta de la cabina se abrió, salimos y justo al cerrar la puerta alguien choca contra el vidrio, alcanzo a ver el rostro de la mamá jadeando con lagrimas ensangrentadas, algo espeluznante.

Ahora lo único que hago es correr, correr, correr, brincando las vías, Orfeo, pienso en la historia de Orfeo, sin voltear atrás. No sé qué está pasando, sólo escucho la respiración rápida del niño. La luz de la estación, no veo la luz de la estación, “más rápido, más rápido, mi mami nos alcanza” tropiezo al intentar voltear.

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